ECONOMÍA

Economistas con Nobel: R. H. Thaler y las finanzas conductuales

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Economistas con Nobel: R. H. Thaler y las finanzas conductuales
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CaixaBank

27 Enero, 2020


«Pánico en la bolsa», «euforia en los mercados» o «aversión al riesgo del capital» son expresiones que se utilizan mucho y que escuchamos a menudo, no sin cierto asombro. ¿Cómo van a sentir pánico, euforia o aversión entes como los mercados o el capital? Algo así debió preguntarse en su día Richard H. Thaler y la búsqueda de una respuesta es precisamente lo que le permitió ganar el Premio Nobel de Economía en 2017.
El gran psicólogo de la economía se atrevió a sentar en el diván algo tan racional, a simple vista, como una transacción económica. Como resultado, descubrió que las emociones tienen mucho que ver a la hora de tomar decisiones relacionadas con el dinero.

También Xavier Puig, doctor en Administración y Dirección de Empresas y profesor de la UPF, nos habla de economía conductual y del papel clave de las emociones en la toma de decisiones de los inversores en un nuevo capítulo de Aula Talks, un programa de formación financiera para accionistas de CaixaBank.

CaixaBank Accionistas presenta este AulaTalk con Xavier Puig: «El comportamiento del inversor. Pánicos y euforias».

Por qué decidimos lo que decidimos

Richard H. Thaler nació en el estado de Nueva Jersey (Estados Unidos) en 1945. Tras doctorarse en Ciencias Económicas en la Universidad de Rochester, comenzó a trabajar en esta entidad. Su actividad docente e investigadora continuó en la Universidad Cornell de Ítaca y en la Universidad de Chicago, donde todavía continúa ejerciendo hoy en día.
Fue en los años 80 cuando Thaler se planteó un reto: descubrir cómo influyen los rasgos humanos sobre las decisiones económicas de cada individuo y qué efecto tienen sobre el mercado en su totalidad (por ejemplo, sobre los beneficios, los precios o la asignación de recursos). Para lograr su objetivo, se lanzó a analizar el proceso de toma de decisiones en economía y lo hizo utilizando diferentes perspectivas de la psicología.
Gracias a esta colaboración entre disciplinas, Thaler descubrió que existen tres factores principales que influyen en las decisiones económicas de las personas: nuestra tendencia a no actuar de manera totalmente racional, nuestro sentido de la justicia y una cierta falta de autocontrol.
Ello explicaría, por ejemplo, porqué no siempre compramos lo que más nos beneficia. También porqué estamos dispuestos a boicotear negocios cuando consideramos que han desarrollado políticas injustas con los consumidores, tales como subidas de precios durante picos de demanda.
Este hallazgo contrasta con una asunción típica en economía: las personas manejan buena información y la procesan para tomar decisiones racionales que les ayuden a obtener una ganancia personal. Una teoría que suele aceptarse como válida para realizar predicciones, aunque no siempre coincide con lo que ocurre en la realidad.

La teoría de la contabilidad mental

Uno de los grandes méritos de Thaler ha sido conseguir dar forma a algo que economistas de todo el mundo ya tenían claro: que acciones basadas en la intuición se confunden muchas veces con actos racionales y que pueden acabar por inspirar políticas inadecuadas o ineficientes.
Junto a otros grandes expertos, Thaler ayudó a configurar la denominada «economía del comportamiento» o «finanzas conductuales», un campo en torno al cual se formulan varias teorías que tratan de explicar la toma de decisiones en este ámbito, tanto a nivel individual como social.
Una de esas teorías es la de la contabilidad mental. Elaborada por Thaler, es un ejemplo de nuestra tendencia a actuar de un modo irracional. Según la misma, los individuos tendemos a dividir nuestros gastos en distintas categorías como, por ejemplo, hipoteca o alquiler, manutención, transporte o ropa, entre otras. Esto nos puede llevar a tomar decisiones que tienen en cuenta solo sus efectos sobre una categoría determinada, en lugar de hacerlo sobre el total de los gastos.
Como resultado, nos podemos encontrar con que somos capaces de ahorrar en un apartado y, al mismo tiempo, aumentar el gasto en otros. Por ejemplo, al financiar facturas inesperadas mediante un crédito al consumo en lugar de hacerlo con dinero procedente de una cuenta de ahorro.

La teoría del empujón

Otra de las teorías formuladas por Thaler que le valieron el premio Nobel está también relacionada con ciertos sesgos en la toma de decisiones financieras. El economista aplicó en este caso el punto de vista de diversos psicólogos y sociólogos que explican cómo acostumbramos a dar más importancia a las experiencias que percibimos como cercanas en el tiempo. Ello provoca que experimentemos cierta tensión entre lo que deberíamos hacer —ahorrar para la jubilación— y lo que deseamos hacer —comprarnos un coche nuevo ahora.
Con su teoría del empujón, Thaler anima a las autoridades a ayudar a nuestro lado planificador sin incomodar a nuestro yo del presente. Y lo harían empujando a los ciudadanos a tomar decisiones que les beneficien a largo plazo, siempre respetando su libertad individual.
El truco consiste en que individuos y organizaciones tendemos a inclinarnos por procesos de decisión sencillos en situaciones con limitaciones de tiempo, información o cálculo de esfuerzos. Así, si nos facilitan los procesos de ahorro para la jubilación —por ejemplo, mediante planes de pensiones que ya van incluidos en la nómina por defecto— nos resultará más sencillo ejercer nuestro autocontrol y ahorraremos más de cara al futuro.
Los hallazgos de Thaler no solo se han aplicado en el campo de la economía, sino también en otros como la protección de los consumidores, el marketing, la educación, los servicios de empleo público o la seguridad nacional. Incluso algunos países como Reino Unido han llegado a crear «unidades del empujón» para encontrar fórmulas innovadoras capaces de ayudar a los ciudadanos en diversos ámbitos.
Por cierto, después de tantos años de investigación, Richard H. Thaler llegó a una conclusión muy clara sobre el destino que esperaba al dinero que recibió como parte del Premio Nobel. «Me lo gastaré en ocio», dijo. «Y tan irracionalmente como sea posible».

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