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Vacunas: historia de una esperanza

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Vacunas: historia de una esperanza
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CaixaBank

02 Marzo, 2021


Existe bastante consenso en que ha habido tres grandes inventos que han reducido drásticamente la mortalidad: la higiene generalizada; una red de alcantarillado que transporta agua potable y se lleva desechos del interior de las viviendas; y las vacunas, que han erradicado enfermedades como la difteria, el tétanos o la varicela, entre otras.

Ahora que la COVID-19 provocada por el SARS-CoV-2 está en camino de ser neutralizada gracias a las vacunas contra el coronavirus, conviene echar la vista atrás y descubrir todo lo que estos fármacos han hecho por nosotros, que es mucho. Tanto, que la vacunación de la población está recogida entre las metas del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 3 de la ONU, denominado «Salud y bienestar». Esto significa que el organismo considera esta actividad indispensable para cumplir con su Agenda 2030.

La importancia de las vacunas se ilustra fácilmente con una estimación de la propia ONU: el organismo calcula que solamente la del sarampión ha evitado cerca de 15,6 millones de muertes en todo el mundo desde el año 2000. Estos fármacos que muestran a nuestro organismo cómo defenderse de distintos patógenos salvan cada año entre dos y tres millones de vidas, según la OMS.

Así nacieron las vacunas

No todo el mundo conoce el origen de las vacunas o por qué se llaman así. Corría el año 1796 y un médico llamado Edward Jenner había descubierto que las mujeres ordeñadoras no contraían la horrible enfermedad de la viruela, que provocaba epidemias graves con un 30% de mortalidad. Sin embargo, sí mostraban síntomas de la vaccinia o viruela bovina. De modo que Jenner extrajo material infectado y preparó un vial.

En un proceso que hoy resultaría inadmisible, el médico inoculó con material infectado de viruela bovina a un niño de ocho años llamado James Phillips. Unos meses más tarde, volvió a inocular a Phillips con viruela humana. Sin embargo, el niño no enfermó. Jenner había descubierto las vacunas, que se llaman así precisamente por esta enfermedad.

Algunas enfermedades erradicadas gracias a las vacunas

En 1980, dos siglos después del hallazgo de la primera vacuna, la OMS confirmó que la viruela había sido erradicada del planeta. Un año antes la poliomielitis –la temida «polio»– había desaparecido de Estados Unidos y, gradualmente, de cada vez más países. De hecho, pasó de sumar 350.000 muertes anuales en todo el mundo a finales de los 80 a los apenas 33 casos de 2018. A mediados de 2020, Nigeria fue oficialmente tachada como reservorio de esta enfermedad, existiendo únicamente en Afganistán y Pakistán.

Otra enfermedad de la que casi nos hemos olvidado es la malaria, cuyo último caso en España data de 1961. En 1964 fue oficialmente catalogada como erradicada en la Unión Europea, aunque países como Nigeria, República Democrática del Congo, Mozambique, India o Uganda siguen teniendo muchos casos y se tardará un tiempo en que la vacunación logre acabar con ella.

En España la lista de enfermedades casi eliminadas de nuestro territorio gracias a las vacunas es larga: la difteria, el sarampión o la rubéola son las más conocidas. Sin embargo, el hecho de que sigan existiendo fuera de las fronteras implica que hay que seguir con un ojo puesto en ellas.

¿Por qué se tarda tanto en eliminar algunas enfermedades?

De tanto en tanto, una enfermedad que se considera eliminada regresa. Es el caso de la difteria en España. Erradicada en 1986, en 2015 se detectó un caso de Corynebacterium diphtheriae toxigénica, la bacteria que la produce, en un niño. Resultó que el menor no había sido vacunado. Unos años antes se habían dado casos parecidos en Letonia, Alemania, Francia, Suecia y Holanda.

Hay que tener en cuenta que la vacunación es un fenómeno global. Por ello, basta que quede un país sin vacunar para que la enfermedad encuentre lo que se conoce como ‘reservorio’, una suerte de despensa por la que pulular durante décadas esperando las condiciones adecuadas. Lamentablemente, el aumento de temperaturas en climas templados debido al cambio climático es una condición favorable para ello.

Los climas tropicales hacen más difícil la erradicación de algunas enfermedades, debido a que los contagios ocurren durante todo el año y no unos meses al año, como pasa en países templados como España, Sudáfrica o Australia.

Esta es una de las razones por las que es tan importante vacunar también a las poblaciones de países que, en muchos casos, no cuentan con recursos para realizar campañas de protección generalizadas. Sin embargo, no es la única. De hecho, las vacunas pueden ser un vector importante de eliminación de desigualdades (ODS nº 10) e incluso servir para impulsar el crecimiento económico (ODS nº 8).

En concreto, un informe de Weber calcula que, por cada dólar que gasta Estados Unidos en vacunas infantiles, se pueden ahorrar unos tres dólares en costes sanitarios directos derivados del tratamiento de las enfermedades, así como alrededor de 15 euros en costes indirectos, al evitar el absentismo laboral de los padres. También explica cómo el programa de vacunación de la meningitis C redujo el número de casos hasta el 99% en el Reino Unido (unos 9.000) y logró unos ahorros acumulados de 75 millones de libras (unos 85,5 millones de euros) en 10 años.

El valor de las vacunas es incalculable y especialmente importante para los países en desarrollo. Por esa razón, la Alianza para la Vacunación Infantil Gavi, de la que forma parte CaixaBank, fomenta la vacunación infantil en distintos países del mundo. La iniciativa ha facilitado la vacunación de más de 822 millones de niños y ha evitado más de 14 millones de muertes, con un impacto económico estimado de más de 124.000 millones de euros en beneficios económicos para los países a los que apoya.

La vacunación universal es una meta que nos ayuda no solo a construir un futuro sostenible para todos, sino también a salvar millones de vidas. Resulta asombroso lo que puede lograr un gesto tan sencillo como un pequeño pinchazo.

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