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26 Febrero, 2019

Cómo ayudar a nuestros hijos a elegir estudios

Una pregunta que la inmensa mayoría de padres afronta en un momento dado: ¿Qué deberían estudiar mis hijos? Responderla adecuadamente es un quebradero de cabeza habitual porque de ello dependerá su bienestar futuro. También por eso esta cuestión se repite generación tras generación. La mala noticia es que no hay una respuesta rotunda. La buena, que podemos acertar incluso aunque nos equivoquemos en un primer momento. En un entorno tan cambiante como el que vivimos en la actualidad, puede parecer que es más difícil que nunca orientar a nuestros hijos sobre el tipo de estudios que deben elegir. Sin embargo, no es así: siempre ha sido complicado y siempre se ha acertado tanto como se ha fallado. Retrocedamos quince años: si alguien nos preguntara qué estudios recomendaríamos a un joven, sin duda habríamos pensado en la arquitectura como una excelente opción. Sin embargo, la crisis inmobiliaria que afloró pocos años más tarde envió a muchos de estos profesionales al paro. Así, pasaron de una situación de pleno empleo práctico a un desempleo del 33 % en pocos años. Gracias a experiencias como esta, hoy sabemos que no podemos tomar este tipo de decisiones basándonos en el presente. Debemos mirar más allá y no solo eso: también debemos ayudar a nuestros hijos a prepararse ante posibles cambios. Una lección muy importante que nuestros padres desconocían y no pudieron transmitirnos.Aunque orientar a nuestros hijos sobre qué estudios deben elegir pueda parecer una misión imposible, no lo es. Tenemos muchas pistas a nuestro alcance y más información que nunca para encontrar una respuesta adecuada. Lo primero que debemos tener en cuenta es que vivimos inmersos en la Cuarta Revolución Industrial, tal y como asegura el Banco Mundial, y en ella manda la tecnología. Es una época en la que nuevos perfiles profesionales surgen a toda velocidad, al mismo tiempo que se extinguen otros. De hecho, el Foro Económico Mundial espera de ella que cambie el mundo del empleo por completo y lo polarice entre profesionales más y menos cualificados. La irrupción de los robots en tareas que antes realizaban humanos también contribuirá a ese cambio. Otro factor que no debemos olvidar es que las vidas laborales serán cada vez más extensas. No solo por el progresivo retraso en la edad de jubilación, sino también por el aumento de la esperanza de vida. Estas dos premisas nos ofrecen dos pistas muy valiosas para nuestro propósito. Por un lado, que la tecnología va a estar muy presente en prácticamente cualquier ocupación, por eso resultará fundamental entenderla y saber cómo manejarla. Por el otro, que los puestos de trabajo cambiarán constantemente a lo largo de los años y exigirán un esfuerzo igualmente constante en formación. Nuestros hijos se enfrentarán a una carrera laboral cambiante, larga, multietapa y no lineal, que deberán saber afrontar y, por qué no, disfrutar.Teniendo todo lo anterior en cuenta, parece sencillo imaginarse por qué cada vez más expertos apuntan a las disciplinas STEM como las de mayor proyección de futuro. STEM es el acrónimo en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. De hecho, un informe de Randstad Research prevé que la generación de científicos, informáticos, ingenieros y matemáticos descienda en los próximos años a un ritmo anual del 3 %, pese a que la demanda de estos perfiles en el mercado laboral crece constantemente. Estos conocimientos cotizan al alza porque son claves para planificar y desarrollar tecnología. La inteligencia artificial o el big data requieren profesionales formados en esas disciplinas para su progreso. Sin embargo, no parecen ser suficientes por sí solas ante los retos que plantea el mercado laboral. Por eso, el concepto STEM se ha visto ampliado en una letra: la A de «artes» o, en un sentido más amplio, humanidades. STEAM abarca también las disciplinas que ayudan a los alumnos no solo a dotar de sentido a esa tecnología, sino, además, a ser más flexibles en el ámbito laboral, así como a afrontar su trabajo con mayor creatividad y pensamiento crítico. Esto quiere decir que los estudios relacionados con las humanidades, las artes y las ciencias sociales no están sentenciados, ni mucho menos. De hecho, distintos expertos apuntan que el desarrollo de inteligencia artificial demanda cada vez más lingüistas, juristas, filósofos e incluso músicos, que se integrarán en equipos de trabajo multidisciplinares. En este sentido, perfiles profesionales tan dispares como lingüistas computacionales, estrategas de contenido, ingenieros gráficos, consultores de hacking ético y diseñadores de ética, especialistas en virtualización o arquitectos de big data trabajarán juntos cada vez más.El cambio de paradigma que estamos viviendo hace que la pregunta con la que iniciábamos este artículo no tenga (ni necesite) una respuesta concreta. De hecho, hoy es más importante reflexionar sobre cómo deben estudiar nuestros hijos que sobre el tipo de disciplina que deben elegir. Todo apunta a que la formación de nuestros hijos será constante y cambiante a lo largo de toda su carrera. En este sentido, es muy probable que lleguen a desarrollar diferentes especialidades a lo largo de su vida. Esto requerirá compaginar o incluso alternar distintos periodos de aprendizaje con otros de actividad laboral. Así, no importa tanto qué tipo de estudios inicien nuestros hijos al dejar la escuela o el instituto, sino cómo van a utilizar esos conocimientos y esas habilidades después para adaptarse al mercado laboral. También que la disciplina que elijan les interese, les motive y se les dé bien. De poco sirve animar a un actor nato a estudiar ingeniería biomédica solo porque, a priori, podrá tener una mejor proyección laboral. La ventaja que existe ahora es que siempre podrá especializarse para adaptar sus destrezas al mercado de trabajo. El tiempo de los arquitectos ha dado paso al de los expertos en diseño arquitectónico digital. El de los ingenieros, al de los especialistas en ingeniería y operación de drones. El de los sociólogos, al de los analistas de audiencias digitales. Se trata de una transformación que continuará en los próximos años y a la que nuestros hijos deben saber responder con fundamentos sólidos, mucha flexibilidad, formación continua y, sobre todo, sin miedo al cambio.

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